La palabra desaparecer busca borrar a la persona y perderla en una tiniebla: ya no está, quién sabe, ya no existe. (Palabra) perversa, le atribuye al ausente la responsabilidad por estarlo: se fue, tal vez esté en otra parte. Pero los desaparecidos no se fueron: se los llevaron. Alguien lo hizo y sabe en dónde están.
Si alguien comprende el sentido de la palabra desaparecer es Paula Mónaco Felipe, y así nos lo muestra en su reciente libro Ayotzinapa: horas eternas (Ediciones B, México 2015). Desde el ángulo de quien experimenta un curso de vida bajo la sombra de sus padres desaparecidos, ningún relato puede acercarnos mejor a lo que están viviendo los sobrevivientes, padres, madres, familiares y compañeros de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Siempre he querido saber por qué me llamo Paula. Mis padres, Luis Mónaco y Ester Felipe, nunca pudieron aclarármelo. El 11 de enero de 1978, cuando tenía 25 días de nacida, fueron secuestrados y desaparecidos por militares argentinos.